Cómo el estar Obsesionada con mi Peso Casi me Mata
La historia que se repite cada día, en todas partes: las dietas para bajar de peso rápidamente no funcionan.
Empecé con 7 libras y 11 onzas menos que el día anterior, gracias al pequeño gordito que había ya salido de la pancita. Muy bien, pensé. Esto, menos unas cuantas libras entre la placenta, el agua, el sangrado… dar a luz sería el empujón que necesitaba para recuperar mi peso previo al embarazo.
Nunca me imaginé que por enfocarme en el objetivo equivocado, casi me meto en un tremendo problema.
Empecé mi último embarazo en 115 libras de peso. Me veía muy bien y de alguna manera, en este segundo embarazo terminé ganando mucho más peso del que proyecté. Me di gustos con los antojos con mucha frecuencia. No me mantuve activa físicamente. Básicamente, hice lo opuesto a lo que había hecho durante el primer embarazo, esperando que mi cuerpo se hiciera cargo de todo. Pero fue un error y poco después empecé a ver las consecuencias. Gané mucho peso y además, una vez di a luz, aunque perdí 20 lbs rápidamente, la pérdida de peso se estancó y me quedé en 135 lbs. 20 más del peso que solía tener…
A pesar de que me mantuve alejada de dietas durante mi postparto inmediato, un mes después de dar a luz decidí que ya era hora y empecé una rutina de ejercicio de una hora de zumba al día mas una dieta que consistía en comer muy bajo en carbohidratos por 5 días y cero carbohidratos los otros dos días de la semana (días gordos y flacos, respectivamente, como los solía llamar). Empecé a seguir un libro de recetas que prometía que incluso en cero carbohidratos no sentiría hambre. Las recetas eran deliciosas y llenaban. Parecía un objetivo alcanzable. Y yo estaba decidida.
Como médico que soy, que lidia con problemas relacionados con obesidad a diario, sé que una de las formas más efectivas de perder peso rápidamente es quitar los carbohidratos. Y yo ya había intentado ese método anteriormente, por períodos cortos y con éxito, si necesitaba caber en un vestido para algún evento importante.
Al principio, todo iba bien. Mi rutina de ejercicio era divertida y me ayudó a recuperar tono muscular y una buena figura. Y después de unos días, me fui a conseguir todos los ingredientes atípicos que pedía el libro para las recetas de cero carbohidratos. Compré muchos tipos de quesos, harina de almendra, vegetales sin carbohidratos como champiñones y calabacín, montones de huevos, entre otras cosas. Y seguí las recetas al pie de la letra. Estaban dando resultado! Me sentía llena y eran muy ricas, como el libro garantizaba.
Después de 3 o 4 días, una vez llegué a uno de esos “días flacos”, fue que todo sucedió. Hice mi ejercicio y comí todo como estaba planeado. Mi día fue como cualquier otro: me levanté, amamanté al bebé, desayuné, hice ejercicio, me bañé, amamanté al bebé una vez más, salí de compras, cociné, almorcé, amamanté al bebé una vez más, tomé una siesta, amamanté al bebé de nuevo, hice unas vueltas, alisté la cena, amamanté al bebé para acostarlo y me preparé para dormir. Me dormí y a las 2 am aproximadamente, me levanté a amamantar de nuevo. Pero algo no estaba bien. Me sentía con náuseas y muy cansada. Y con calor. Ajusté el termostato y me senté en la mecedora a alimentarlo. A medida que pasaba el tiempo, otras cosas empezaron a suceder: mis brazos empezaron a sentirse entumecidos, como que “se quedaban dormidos”. Y yo me empecé a sentir más y más débil, hasta el punto que me costó trabajo levantarme una vez que terminé de amamantar. Logré ponerlo en su cuna y fui al baño a lavarme la cara y tratar de despertarme más. Sería que estaba demasiado cansada? Qué me estaba sucediendo?, pensé. Quise pedir ayuda, pero mi esposo estaba de viaje y mi amiga, quien se estaba quedando en casa por esos días, estaba en el otro lado de la casa y no tuve energía suficiente para llamarla. Sentada, asustada, entumecida y ahora con frío, temblando y mareada, esperando ya desmayarme en cualquier momento, de repente pensé: ESTABA TENIENDO UN EPISODIO DE HIPOGLICEMIA (o muy bajo azúcar en la sangre).
Me levanté como pude, fui a la cocina, me tomé un vaso de jugo de naranja y me comí un pedazo de pan. Después de unos minutos ya me sentí en control de nuevo aunque aún con síntomas de menor intensidad. Regresé a la cocina por un pedazo de chocolate y más pan.
Probablemente media hora después, había vuelto a la normalidad y exhausta, me fui a dormir. Incluso horas más tarde, aún me sentía con algo de náuseas y muy muy cansada.
Lo que me sucedió fue un episodio clásico de hipoglicemia. Como Médico Familar, conozco los síntomas muy bien, sin embargo nunca los había experimentado en carne propia. Me puse en una situación muy peligrosa y por las razones equivocadas. Fue peligroso para mí y para mis hijos. Pero permítanme explicar por qué me pasó esto:
Síntomas de hipoglicemia:
- Sudoración
- Temblor
- Palpitaciones
- Nausea
- Sensación de entumecimiento
- Ansiedad
- Visión borrosa
- Debilidad
- Sensación de desmayo
- Desequilibrio
- Confusión
- Coma
- Muerte
Como pueden ver, yo presenté múltiples síntomas y para empeorar, me pasó en la mitad de la noche, sola y con dos bebés dependiendo de mí. Le doy gracias a Dios de haber podido identificar lo que me estaba pasando, a pesar de que ya sentía haber llegado a un estado de confusión durante el episodio, y pude resolverlo rápidamente y sin ninguna consecuencia.
Pero tuve suerte. Aveces me pregunto qué hubiera pasado sin ese vaso de jugo de naranja. En mi práctica médica he visto daño cerebral severo, coma y muerte secundarios a un episodio de hipoglicemia severa. Yo no quise que esto me pasara y culpo mi irresponsable falta de cálculo a mi obsesión con perder peso. Sobra decir que ese fue el fin de esa dieta. De ahí en adelante, me permití hacer ejercicio pero me aseguré de recuperar las calorías perdidas con opciones saludables de comida normal y empecé a seguir una dieta balanceada, especialmente porque estaba amamantando. Me permití perder peso lentamente pero de una manera segura. Un año después estoy 5 lbs de mi peso pre-embarazo y ni siquiera estoy interesada en llegar a ese número.
Permítanme terminar con las siguientes conclusiones:
- Las dietas para perder peso rápidamente no funcionan: a corto plazo, claro que funcionan. Pero a largo plazo, son imposibles de mantener y el peso se recupera.
- No se debe empezar ninguna dieta sin consultar con tu médico: incluso si eres un adulto joven y saludable,, podrías tener contraindicaciones para algunas dietas y no lo sabes.
- No dejes que la vanidad se interponga en tu salud y tus responsabilidades como madre: cualquier acción que ponga en riesgo tu salud, no sólo te afecta a ti sino a tus hijos. Piénsalo. Si es por vanidad, probablemente no valga la pena correr el riesgo.
- Enorgullécete de tus imperfecciones: porque esas “imperfecciones” son, simplemente, el bajo precio que pagamos por la experiencia maravillosa de ser madres.
- No dejes que lo que otros digan o piensen te afecte: evita a los criticones!